RETIRADAS A TIEMPO (Aventura Vashlam y Sveta)

A pesar de estar ya bien entrada la noche, la luz de la candela de la habitación de Vhaslam aún lucía, titilando con la más sutil de las brisas. El semidrow se movía a toda prisa por la habitación, empaquetando sus cosas para el apresurado viaje. Sobre una mesa de roble en uno de los laterales de la estancia, una carta reposaba con una de sus esquinas queriendo recuperar su forma de doblado:

   
    "Vash, me temo que no hay tiempo para formalidades. He movido algunos hilos buscando cual sería el siguiente paso de Zako, si por fin te dejaría en paz o si por el contrario, como ya te avisé, no pararía hasta que o tú o él hubierais muerto.
    Me consta que quiere acabar este asunto lo antes posible, si no esta misma noche. Por favor, te lo ruego, olvida esta vendetta tuya y abandona Ret lo antes posible.
    Te he conseguido un pasaje para el primer barco que zarpa hacia el norte en cuanto amanezca. En su vela tiene dibujado dos remos paralelos, seguro estoy que podrás identificarlo. Acércate al capitán y dile que vas de mi parte. Le he pagado bien, no podrá pega. Os insto a no dormir sobre vuestro lecho esta noche, o mejor aún, a no dormir. Salid y marchad cuanto antes.
    Habéis sido el mejor aprendiz que he tenido nunca. Estoy seguro que volveremos a vernos. Siento no poder hacer más por vos…
Aharon”

    El soniquete metálico del conjuro de Alarma retumbó en la mente de Vashlam: alguien había entrado en su casa sin ser invitado. Fugazmente, Vash agarró la mochila y lanzó las botas por la ventana. Acto seguido comenzó a lanzar sobre sí mismo el conjuro Trepar cual arácnido. Descalzo, como si de una araña se tratara, salió por la ventana y comenzó a descender los casi cuatro pisos de altura que había por esa fachada, dado a una calle que bajaba hacia el puerto.

    Vashlam pudo percibir como abrían la puerta de su habitación con un golpe brutal, pero siquiera hizo el amago de levantar la mirada, pues era consciente de que el tiempo iba en su contra.

    Una vez abajo, el semidrow recogió sus botas y echó a correr como el viento en las colinas. Sus armas y equipo botaban haciendo un ruido característico, pero el ruido que realmente le incomodó fue el del virote pasó rozando su cabeza desde la espalda y había chocado contra la fría piedra del suelo, rebotando hacia delante y perdiéndose en la oscuridad.

    Continuó corriendo sin parar. Giró una esquina, dos, tres… intentaba que su rumbo fuera lo más errático posible. A fin de cuentas, debía sobrevivir hasta que amaneciera e ir antes de tiempo a puerto tan sólo iba a meterlo en una peligrosa ratonera. Al entrar en la siguiente calle, Vash se detuvo en seco. Un hombre encapuchado le cortaba el paso. Es sus manos, desenfundadas, apuntaba dos espadas cortas en dirección al medio elfo.

-Te encontramos… -dijo el individuo.

    Vashlam no dijo nada, tan sólo levantó su mano y señaló al mercenario. Susurrando las palabras correctas, una poderosa descarga eléctrica emanó de las llenas de los dedos del mago y en forma de rayo fue a impactar contra la figura encapuchada. Un destello y una explosión seca llenaron la vía mientras el mercenario salía despedido contra unos barriles llenos de agua de lluvia, que volcaron y derramaron su contenido.

    Continuando con su huida fue a parar a una de las zonas más ricas de la ciudad. Había vigilantes e incluso algunos guardias locales haciendo patrullas, pero no podía fiarse de su seguridad, así que prefirió ignorarlos. Allí, frente a una gran villa, encontró un callejón oscuro y lleno de trastos, un lugar perfecto para pasar el resto de la noche hasta que fuera la hora de ir al puerto. Sin dudarlo se adentró en la oscuridad, movió dos o tres barriles medio rotos y vacíos y se sobresaltó al ver lo que le pareció una diminuta figura agazapada de forma casi imperceptible al ojo humano, pero no para sus ojos de drow. Era una mujer mediana y lo estaba observando fijamente…

-¿Quién eres, hin? –preguntó sorprendido.

Nunca sabes quién puede acabar acompañándote en tus viajes. Hay veces que se trata de gente agradable y otras veces de gente que prefieres que se lleven el primer golpe que caiga. Para Vashlam todas y cada una de las personas que habían ido con él a algún lado eran siempre del segundo grupo. Esta mediana, a pesar de su evidente gracia y carisma y su belleza en miniatura, no iba a ser menos. En sus palabras había razón: las trampas no mágicas estaban fuera de sus dominios… En realidad, tampoco confiaba mucho en las capacidades de la muchacha, pero por si cualquier imprevisto activaban una de esas temidas trampas, si la flecha o proyectil abatía a la hin y no a él ya habría sido de utilidad.

-No nos hemos presentado con tanto jaleo –observó la mujer dejando de tararear. –Eso no está bien si vamos a viajar juntos.

-Supongo que con el tiempo que vamos a compartir será relevante conocer nuestros nombres: soy Vashlam. ¿Vos?

    Ella soltó un suspiro rápido y risueño.

-No es que me desagrade que me llames “pequeña hin”, al menos no me llamas “mediana” como suelen hacer los demás, yo no soy la mitad de nada… -se auto razonó con aire molesto respecto al tema. –Pero si no te es un inconveniente prefiero que uses mi nombre, como yo usaré el vuestro. Soy Sveta Brisarrauda, y estoy encantada de conocerte.

    Vashlam rió sin abrir la boca.

-Claro que estás encantada de conocerme. De no ser por mí las ratas ya estarían siguiendo el rastro del olor de tu sangre sobre el suelo.

    Sveta lo miró pero no perdió la sonrisa. Le llevó unos instantes evaluarlo.

-Así que eres de esos, ¿no?

-¿De esos?

-Sí, de esos –afirmó ella. –De esos magos que se creen más listos que el resto del mundo. De esos que después mueren de la forma más tonta a pesar de todo el conocimiento que creen poseer.

-Eres libre de formarte el juicio que desees. De momento ese conocimiento te ha salvado la vida. Vash uno, Sveta cero. Espero que la cuente no acabe siento diez veces superior a mi favor…

-Uno a cero, ¿qué?

-Uno a cero las veces que uno ha sido útil para el otro. Temo que no llegues a subir del cero…

-¿Eso crees? Bueno, el tiempo dirá –de nuevo esa encantadora sonrisa. –Así que Vash… ¿en plan “diminutivo para los amigos”?

    Él la miró.

-Exacto. Así que hasta que me iguales seguiré siendo Vashlam para ti.

    Los pasos sonaron huecos al pisar la madera del muelle. Más adelante, unos marineros acababan de subir al barco los últimos fardos y terminaban los preparativos para zarpar. Un hombre fuerte, de basta barba morena y rizada y piel muy bronceada, alzaba la mano indicando con su dedo índice dónde debían colocarse las cosas mientras daba instrucciones con una poderosa voz desde fuera de la embarcación. Al acercarse ambos a él se giró y los observó: primero al semidrow, que ocultaba bajo la capucha su rostro y después a la mediana.

-No tenéis pinta de pescadores –dijo riendo el curtido marinero. -¿Qué se os ha perdido aquí?

-Soy Vashlam. Tú pareces el capitán de este navío. Aharon ha debido acordar contigo un pasaje para que nos lleves al norte. ¿Es correcto?

    El barbudo humano observó al semidrow, agachando la cabeza para tratar de observar su rostro por debajo de la capucha.

-A ti sí. A la mediana no –dijo el hombre muy serio.

-Genial… -comentó ella irónicamente.

-La mediana viene conmigo, la necesito. Estoy seguro de que Aharon pagará lo que sea si nos llevas a los dos.

-He dicho que no. La mediana no viene por el precio que acordé y punto. No quiero promesas ni pagarés –soltó rotundo.

    Vashlam suspiró irritado.

-Sé claro. ¿Cuánto va a costarme que pueda acompañarme?

    El capitán la miró y caviló.

-Cuarenta piezas de oro.

-¡¿Qué?! Eso es… -objetó Sveta.

-Serán veinte –la cortó. -Ocupa poco –contraofertó el semidrow. Sveta lo miró indignada.

    Una carcajada retumbó en el muelle tras unos segundos que se hicieron eternos.

-Acepto hombre, ¡claro que sí! No sé si eres gracioso o demasiado sincero, pero me gusta. Adelante, subid. Zarparemos en breve.

    Tras pagarle lo propio al capitán del barco ambos se dirigieron a la rampa. Una vez embarcados, los marineros soltaron amarras y levaron el ancla. Soltaron las velas y el barco comenzó a desplazarse sobre las aguas del mar de las Estrellas Fugaces.

-¡Nos vamos! –gritó el capitán.